Con celo la lluvia había chispeado las mejillas de tu cara, pero no las de los demás, las calles se habían quedado sucias y ni el bálsamo siquiera del charquito para el pasto; y yo tan suspicaz pensando por qué la lluvia iba rodándote la cara.
Pensando que se puede trasnochar soñando, iba escuchando la lluvia y escuchándola supe que era de aquellas que se pueden provocar sin necesidad de rituales o faramallas y que tienen dueños, que tienen nombres.
De pronto agua en mis mejillas y creí que lloraba, miramos hacia arriba y corrimos a escondernos bajo el canto de los techos de las casas.
Las lluvias con nombres, las mujeres que roban al que no te da razones y mis bromas, yo te las cambio por una sonrisa.
Y así estamos entre carruseles y caballos falsos, el tuyo ni siquiera mira hacia los lados, girando entre engranes oxidados y ni tu alcanzas, ni yo te alcanzo.
Ashh.. con el corazón raro
Hace 11 años.