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enero 15, 2010

Supongamos que hace apenas te conozco

Supón que caminaba por las calles entumeciéndome de frio, mientras estas me conducían con una mano en el bolsillo y la otra prendida de un cigarro, hacia ti. De pronto me encontré ahí en el otro lado de la calle; imagínate, imaginandome viendo pasearte desnuda en mi cabeza y en ese mismo instante en que te conocí, mientras tú estabas sentada en un tronco cortado frente a la casa del vecino, yo sin saber que tú eras tú como sueles serlo ni aquel el tronco del vecino, quise acercarme y buscarte palabras en la escarcha, algo que decirle a sus botitas de gamuza lastimada, de caminitos encharcados y mal pavimentados, que antes de mi seguro te habrían traído otros nombres, al igual que esta vez te habrían traido el mío.

Y así entre monólogos que no encajaban en el crucigrama decido que decir, queriendo casi escupirlo de mi boca como quien dice cualquier cosa, como dándote la hora o como quien te pide perdón y casi a punto de endosarte el sentimiento, pienso que quizá he llegado tarde que le he apostado al caballo más flaco, feo y rocinante para el que aún timándole adelantando todos los relojes llegaría demasiado tarde o quizá me equivoco y el mismo caballo y de rodillas, para ti llegaría tan temprano; me interrumpo y pienso que debate, que esmero le he puesto esta vez al complicarme y tú 10 minutos y ahí sentada sin percatarte siquiera de la lucha encarnada, del ruido dentro de aquel tipo el más cobarde que tengo el desagrado de conocer.

Me decido a caminar hacia ti pero no sólo en espacio, tú me miras y con el valor se resbala de mí con el esfuerzo con que un gato escupe una pelusa, un: "Perdona..... me podrías.... dar tu hora". Tú contestas 11:10 o 4 y media, sin sospechar toda la revoltura y reciclaje de ideas que has logrado en mi cabeza cuando hace apenas te conozco.

Al presente y fuera de estas letras imagina el desbarajuste que desde hace más o menos de un años tienes puesto en mi cabeza.
 


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