Un vistazo con descuido de sus ojos, un pincelazo de pestañas a mi rostro, nos ha citado a los prados y a mí a las espaldas del día, aguardando a que el sereno aletargue sus defensas.
Aquí, ya casi entra la tarde y yo tan sólo busco hablarle a ella, poco antes de que Apolo deje caer la noche y desfallezca.
Yo que no sé de girasoles, me senté a escuchar la serenata del viento, mientras la luna me contaba que ni mil noches habían podido ver su cara, luego el zumbido unísono de una multitud de abejas iracundas que no habían podido sisar el polen de la ninfa enamorada.
Así, han pasado las mismas nubes sobre mi cabeza una y otra vez, las he vuelto cómplices pues me han visto ideando un plan desparpajado que me vista de satén y confunda a aquellos pétalos curiosos, un plan que sin habérselo creído me enseñase cómo hacer que un girasol me volteé a ver.
Si un día me mira le diré; que Amaré hasta la tierra que vio crecer la silueta de sus yemas, que beberé del agua que escurra por sus hojas cuando incline su tallo para besar mi boca y que con tanta tristeza se perderán de su musa, el sol, la luna y las abejas.
Ashh.. con el corazón raro
Hace 11 años.